martes, 14 de diciembre de 2010

Lloviendo seco


Y en el cielo se vislumbraba el bello, cálido, anaranjado atardecer, el cual guardaba un secreto que no quería contar. Ella en la cama, con la cabeza torcida sobre la almohada y sus ojos roble, tan brillantes como siempre, observaba perdidamente todo el panorama, como si lo que buscaba se escondiera entre esos matices.

Esa mañana regresaba de una excursión. La recuerdo bien: ¿cómo olvidar esa brisa tan refrescante fundiéndose sobre el pasto y la tierra ya muy húmeda?
Parecía decirme algo que había ignorado durante mucho tiempo. Llegué a casa y subí las escaleras, un poco desganado, cansado. Saqué la fría llave de la bolsa del pantalón muy sucio, y sabiendo de memoria como un ritual que debe ser cumplido abrí la puerta y esta rechinó de una forma poco usual para cualquiera. Siempre que la abro parece que no está de acuerdo con algo y expresa un quejumbroso argumento.
Retiré mi camisa liberándome de tanta humedad, y justo en ese momento sonó el teléfono. Bastó con que sonara dos veces y logré alcanzarlo.
-¿Sí, diga?
-¡Hola, soy yo!
Esa voz es siempre como la espuma del mar perdiéndose entre el sonido infinito de las olas. Por supuesto era Zara, con una terrible espontaneidad.
-¡Ah! Hola Zara, ¿qué ha pasado de nuevo contigo?
-¿Sabes? He pensado mucho en ti últimamente, no nos hemos visto en algún tiempo, y me haces falta.
No sabía qué responder, me distraje cuando con el rabo del ojo vi que la ropa se mojaba afuera gracias a un cambio brusco en el clima, y la brisa repentina; me hacía recordar buenos ratos con ella.
-¡Hey!
-Perdón, ¿qué me decías?
Después de todo, ya está húmeda la ropa, para qué mojarme yo también.
-Te decía que he pensado mucho en ti
-Yo también. ¿Qué te parece si por la tarde vamos a ese café al que tanto te gusta ir?
-Me parece buena idea, nos vemos ahí a las seis.

Colgué rápidamente, y como si mi vida dependiese de ello, corrí hacia el patio y claro, me empapé. Tomé toda la ropa. Aunque ya estaba mojada, la metí a la casa.

Zara y yo no nos frecuentábamos, sólo en muy determinada ocasión para hablar: sólo para eso. Recuerdo que ella, a pesar de todos sus problemas por resolver, tenía esa bella sonrisa que mostraba sus blanquísimos dientes. En su mirada se notaba siempre cansancio, tal vez tristeza o angustia. Nunca pude averiguar qué me quería decir con esa mirada intrigante, y esa sensación prevalece.
Nos conocimos en la secundaria, era un año mayor. Ella era como un enorme imán para mí, me gustaba. Aparte de nuestra amistad creo que siempre lo había sospechado, hasta que un día me decidí con estúpidas esperanzas y le dije lo que sentía. Ella sólo dijo:
-Tú también me gustas, es tu amistad lo que me importa
Para mí todo estaba perdido.

Fuimos al café de siempre y nos sentamos en la mesa de siempre, y claro, eramos los viejos amigos de siempre. La llevé a su casa, seguía lloviendo y sus hermosos cabellos largos y húmedos le caían sobre los hombros descubiertos. Le presté mi chamarra. Sus blancas manos estaban congeladas y no sabía dónde meterlas para calentarlas un poco. Se despidió de mí con un cálido abrazo y entró corriendo a su casa.
Desde entonces no la he vuelto a ver, y fue como si se hubiera difuminado todos los recuerdos, como si la lluvia se lo hubiera llevado todo, se perdieron las líneas y límites oscuros de lo que pasó y lo que no, su presencia tan cálida, rígida y hermosa. Todo en mi cabeza.

Entre tanto recordar esos fragmentos de los cruces de nuestras vidas, un segundo me regresa a la realidad, la razón por la que ya no la sentía. Y pienso: "sabes que esto no volverá a pasar, no se repetirá. Tus momentos junto a ella, la lluvia, todo eso dejó de existir en el momento que ella lo decidió". Y mi inconsciente sigue pensando en que nos veremos en aquel café; sigo imaginándola como aquel día, empapada...con su hermosa sonrisa y sus manos adormecidas por el frío. Me pasa frecuentemente, pero siempre en un parpadear me reencuentro con la realidad, y lastima.

Después de todo ya estaba muerta, ¿por qué no hacerlo yo también?


viernes, 10 de diciembre de 2010

Si recordaste la mugre en las uñas y el olor a cigarro
Si hallaste el perezoso sabor de la dulce saliva en los labios fugaces
Si te lastima el recuerdo y las notas matutinas en los tímpanos
Si, si y si...
Si yo, y si tú.
Si eso sucede, sí que estamos jodidos.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Hablando de debrayes... :)

-¿Quién eres?

En tu habitación sabes que no hay nada qué perder. Las paredes son familiares y pareciera que tu olor está en todas partes. Recuerdas y recuerdas. La volteas a ver y te preguntas una vez más, ahogando la duda que jamás se responderá "¿Por qué?". Ella llora, y no sabes qué hacer.


Ayúdale, que se hace tarde y la noche te abruma. La última vez no estuvo tan mal. Y la vuelves a recordar.
Los grillos saltan de un lado a otro susurrándote un "ven aquí". Te buscas, pero aún no te das cuenta de que jamás te vas a encontrar, ni en aquella hojarasca del otoño pasado, ni en las células de su piel.


-No lo sé



Abre los poros y busca refugio, si no lo encuentras, corre y sigue el camino blando que te lleva ahí, tu sabes dónde. Tu bien sabes que el buen indicio que haya entre las plantas de tus pies y la tierra es la falsa consecuencia del ayer, ayer, ayer...



-No corras, vete, ¡ven!
-No
-...



Escóndete en la brisa y juega a que eres Dios. Escupe la mierda que hace años entró por tus oídos, por tus uñas, ojos y piel. Recuerda la torpeza de tus frases saliendo de tu garganta hacia el vacío hondo y sucio de las hormigas, escarabajos y gusanos. Sales, y en un movimiento agonizante explotan tus pupilas y todo sale de órbita, de los meridianos justos y sencillos que son tu ser. Nunca volverás a ser el mismo, la misma, el y la, tú y yo, él y ella, ustedes.


-¿Eres?
-Soy... ¿soy?
-Te quieres ir, ¿verdad?

Silencio, no podrás. Quieres y no. Tus dedos comienzan a jugar el papel del "yo no sé" haciendo movimientos absurdos. La pregunta te hace más pesado y pesada, más y más y más...
Crees caer de nuevo, pero la brisa te vuelve a sostener. Juega los papeles encomendados estos días, jamás remunerados. Creo que lo sabes, muy bien que te quieres ir. No juegues, aunque sea tu fuerte y lo que te mantiene comiendo la tierra húmeda que nadie pisó jamás. Ellos no lo sabrán. Comen tu carne amorfa y la huelen y beben tus fluidos intoxicados de ya sabes qué.

-No puedo
-¿Por qué?
-...


Y si la noche no se hubiera acabado, y en el instante justo en que la lágrima cayó no hubiera estado la sábana blanca, hubieras querido irte para que ella volviera. El hecho es que no. No puedes irte, no puede volver. No puedes. Él y ella, tú y yo, ustedes. Ella.

lunes, 11 de octubre de 2010

PIES MOJADOS



"Algunas veces los recuerdos sonríen, lloran, carcajean, sufren, y otras tantas empapan.."

Y mis pies siguieron una sutil línea de cigarrillo. En ese entonces, era como si ellos mismos fueran mis ojos, mi nariz, y mis manos. No tenía control sobre ellos, pero ellos sobre mí sí. Caminé, troté, corrí durante un tiempo parecido a la caída de la última hoja de otoño donde el viento juega con ella y la abraza hasta que caen, finalmente, en brazos del otro. Lejanas melodías se acercan a mí con cada paso que doy. Las he escuchado en algún lugar, estoy segura de eso, pero, ¿en dónde?, ¿en el trabajo, ¿en casa de mis padres?, o tal vez, en alguna ventana abierta por donde suelo caminar en las mañanas. Ya no siento las corrientes de aire en mi cara, creo que ha parado la caminata. Recuerdos, recuerdos, recuerdos por doquier. Es como un carrusel. Con cada nueva vuelta, una nueva imagen aparece. Una gota resbala por mi frente hasta formarse una solitaria lagrimilla recorriendo mi pálida mejilla y dejando su marca en mi piel. Mis pies se sienten mojados de una lluvia de memorias...

Dedicado a Karla Juliana Carreón Tapia
por Gabriela Solis Gómez

miércoles, 11 de agosto de 2010

Ella empezó a carecer de inspiración, y tuvo que parar de imaginar espirales tornasoladas, y de convertir palabras en poesía y cuentos cortos. Pero está a punto de publicar algo muy pronto... :)

martes, 23 de marzo de 2010

El sueño de Luisa

Si Luisa no hubiese escuchado el rechinoso sonido de la puerta de la alcoba al abrirse, sus sueños hubieran seguido su rumbo hacia la nada...
- Luisa...
Una leve pausa hace que el silencio del lugar se vuelva más evidente
-¿Sabes qué día es hoy?
Entreabriendo un ojo Luisa observa a su madre con síntomas de extremo cansancio. Con una voz rasposa finalmente contesta:
-Supongo que martes
-Te la has pasado durmiendo toda la semana, ¿no estás cansada ya de esto?
La voz de su madre parecía hacer retumbar la tierra haciendo a Luisa reincorporarse nuevamente al mundo de los no- sueños
-Pero mamá, estoy muy cansada, de verdad
-Tienes que ir a la escuela, ya no puedo con esto. Por favor Luisa, despierta ya del sueño en el que estás
Luisa al ver el rostro tan claro y limpio de su madre viéndola con tanta preocupación al saber que su hija no quería despertar de ese sueño interminable, se levantó, y como si fuera la primera vez en muchos años la abrazó.
Ese abrazo parecía no tener fin para Luisa. Su alma se dividió y se contrajo en una milésima de su tamaño, o por lo menos, eso fue lo que ella sintió. Las lágrimas no paraban de salir de sus ojos ya cansados e inchados. Los soles y las lunas la vieron varias veces llorar, pero esta vez era diferente...pronto todo iba a terminar.
-Sabes que voy a estar aquí siempre, o no?
Luisa vió a su madre a los ojos, y por primera vez en mucho tiempo se sintió en paz.
Despertó del sueño al otro día en su cama. Nunca más lo volvió a soñar, nunca más se volvió a cansar de soñar.