lunes, 1 de noviembre de 2010

Hablando de debrayes... :)

-¿Quién eres?

En tu habitación sabes que no hay nada qué perder. Las paredes son familiares y pareciera que tu olor está en todas partes. Recuerdas y recuerdas. La volteas a ver y te preguntas una vez más, ahogando la duda que jamás se responderá "¿Por qué?". Ella llora, y no sabes qué hacer.


Ayúdale, que se hace tarde y la noche te abruma. La última vez no estuvo tan mal. Y la vuelves a recordar.
Los grillos saltan de un lado a otro susurrándote un "ven aquí". Te buscas, pero aún no te das cuenta de que jamás te vas a encontrar, ni en aquella hojarasca del otoño pasado, ni en las células de su piel.


-No lo sé



Abre los poros y busca refugio, si no lo encuentras, corre y sigue el camino blando que te lleva ahí, tu sabes dónde. Tu bien sabes que el buen indicio que haya entre las plantas de tus pies y la tierra es la falsa consecuencia del ayer, ayer, ayer...



-No corras, vete, ¡ven!
-No
-...



Escóndete en la brisa y juega a que eres Dios. Escupe la mierda que hace años entró por tus oídos, por tus uñas, ojos y piel. Recuerda la torpeza de tus frases saliendo de tu garganta hacia el vacío hondo y sucio de las hormigas, escarabajos y gusanos. Sales, y en un movimiento agonizante explotan tus pupilas y todo sale de órbita, de los meridianos justos y sencillos que son tu ser. Nunca volverás a ser el mismo, la misma, el y la, tú y yo, él y ella, ustedes.


-¿Eres?
-Soy... ¿soy?
-Te quieres ir, ¿verdad?

Silencio, no podrás. Quieres y no. Tus dedos comienzan a jugar el papel del "yo no sé" haciendo movimientos absurdos. La pregunta te hace más pesado y pesada, más y más y más...
Crees caer de nuevo, pero la brisa te vuelve a sostener. Juega los papeles encomendados estos días, jamás remunerados. Creo que lo sabes, muy bien que te quieres ir. No juegues, aunque sea tu fuerte y lo que te mantiene comiendo la tierra húmeda que nadie pisó jamás. Ellos no lo sabrán. Comen tu carne amorfa y la huelen y beben tus fluidos intoxicados de ya sabes qué.

-No puedo
-¿Por qué?
-...


Y si la noche no se hubiera acabado, y en el instante justo en que la lágrima cayó no hubiera estado la sábana blanca, hubieras querido irte para que ella volviera. El hecho es que no. No puedes irte, no puede volver. No puedes. Él y ella, tú y yo, ustedes. Ella.